Podemos juzgar el corazón de una persona por la forma en que trata a los animales (Inmanuel Kant)
El 10 de diciembre de 1948 fue aprobada la Declaración Universal de los Derechos Humanos. 50 años después, en 1998, esta efeméride marcaba la instauración del Día Internacional por los Derechos Animales. Desde entonces, cada 10 de diciembre marca un día de reivindicación para que el respeto por los demás no se reduzca sólo a los seres humanos, sino que incluya a todos los seres con la posibilidad de sufrir y disfrutar.
Todos los que tenemos animales de compañía los adoramos con locura hasta un extremo que, aquellos que no tienen, difícilmente podrán entender o comprender. Como homenaje a todos los animales de compañía en general, y a mi gata Taifa en particular en el 3er. Aniversario de su muerte (es la gata negra que sale en la fotografía que ilustra este artículo), quiero compartir a continuación con todos los lectores de esta colaboración semanal algo personal que escribí en su día con el título de “Taifa, descansa en paz” (In Memorian):
Poco podía pensar lo que me esperaba este pasado martes, frío día 18 de Diciembre del 2.007, al llegar a casa sobre las 7 y cuarto de la mañana tras finalizar el turno de noche.
Llegue a casa y al verte tumbada sobre la grava mi corazón dio un vuelco. Algo grave debía pasar para que no estuvieses junto a Auba, maullando, pidiéndome que abriese la puerta de la cocina para poder entrar junto a mi al comedor, como haciais las dos cada día que llegaba a casa.
Me acerque hacia ti, te acaricie y tu intentabas levantarte pero no podías, en ese momento sentí impotencia, mucha impotencia pero sobre todo pensé en ponerte lo más cómoda posible y cogí tu "camita" y te puse en ella. Si no fuese porque no podías incorporarte ni por asomo se podría pensar lo mal que te encontrabas, solamente emitiste un pequeño y leve maullido quejándote. Te metí en casa para que estuvieses más calentita y me fui corriendo a por el coche, te puse en el asiento del copiloto y pitando hacia el veterinario.
El veterinario decía que no se podía hacer análisis ni radiografías ni nada. Que lo único que se podía hacer era intentar subirte la temperatura. Que tu temperatura corporal actual era de 20 y algo grados cuando deberías estar a 32. Por lo tanto te llevo a una especie de incubadora y me dijo que lo único que quedaba era esperar. Yo no quería preguntar si te podías morir porque no quería oír la respuesta. El veterinario me llevo a donde estabas y me dijo que dentro de varias horas me llamaría y me llamo sobre las 12 una ayudante suya para que fuese.
Y llegue. Y te vi. El veterinario me dijo que no habías dado ningún síntoma de mejoría, que la falta de temperatura seguramente había afectado a tu cerebro y que había que tomar alguna decisión. Yo no hablaba porque no quería que el notase el temblor de mis palabras. Te acariciaba y tu trataste de incorporarte. El, seguramente sorprendido por tu reacción, te examino pero enseguida dejo de hacerlo y dijo que me dejaba a solas contigo, que me daba 10 minutos para pensar que hacíamos. Asentí con la cabeza y el se fue.
Yo te acariciaba y te hablaba. Lloraba como un niño pequeño y aún ahora se asoman las lágrimas a mis ojos al recordar ese momento. Al recordar como luchabas por incorporarte y venir a mi regazo. Tu casi ni te quejabas, solo recuerdo un par de pequeños maullidos lastimeros. Seguías luchando por estar junto a mi. Una expresión en tus ojos, hasta ese momento desconocida para mi, me daba miedo, pero al acariciarte volvías a tener la expresión de siempre. Yo te colocaba para que estuvieses lo más cómoda posible dentro de la incubadora y ahora pienso que quizás no hice bien, quizás debería haberte colocado sobre mi regazo. Entonces vi rabia en tus ojos, o quizás era miedo, y de repente abriste la boca como si te faltase aire. Sentí ganas de llamar al veterinario para que viniese, de gritar, pero no me dio ni tiempo ya que de repente tu cola dejo de moverse.
Busqué el latido de tu corazón y no lo encontré … fue entonces cuando comprendí que me habías abandonado. Casi al mismo tiempo paso una ayudante del veterinario y le dije que me parecía que te habías muerto … vino el veterinario y confirmo mi sospecha. Dijo, supongo que para aliviarme, que seguramente el esfuerzo que habías hecho para estar junto a mi había acelerado tu muerte.
Y nos fuimos los dos, tu y yo. Y por primera vez en mi vida me encontré cavando un hoyo … y por primera vez, después de 16 años, nos separamos. Y allí te deje, en tu camita.
Quiero que sepas, estés donde estés (aunque seguro que ya lo sabes), que has sido mi mejor compañera, que ya nada será igual sin ti y que contigo se ha ido un trocito de mi corazón. Solamente espero que te hayas sentido tan feliz a mi lado como yo me he sentido al tuyo. No soy demasiado creyente pero estoy seguro que estarás en el cielo de los gatos porque seguro que para vosotros no existe infierno porque en ti no ha habido jamás espacio para la maldad ni para el mal.
Descansa en paz, TAIFA. Nunca te olvidaré.
3 Comments:
Precioso y conmovedor articulo. todos los que te conocemos sabemos lo mucho que querias a Taifa y a los gatos en general. lo siento.
Eres increible Jose Antonio (lo lograste ), agudo politico, sensible , buen escritor, ummm rara mezcla
Claudia Ramirez.Feliz Navidad!!
Hola Clau, vaya sorpresa, tras casí 4 años. Ya me contarás que es de tu vida aunque deduzco que ya has cambiado de lugar de residencia, mi facebook ya sabes cual es y mi e-mail también es el de siempre (argiz@ono.com).
Felices Fiestas
Lo mismo me paso a mi en estas Navidades. tras 18 años con un Yorksire, llamado Vicking, que al contrario que tu, no soy capaz de contarlo por aquí.
Lo mismo que yo, si ter sirve de consuelo, hiciste lo mejor y el lo sabe.
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